
.Descubre la noche conmigo.
CAPITULO 1.
El sol bañaba con sus tonos dorados y rojizos el agua del mar. El cielo, comenzaba a cambiar de color, pasando de tonos azules a tonos morados, rosados, rojizos. Sin duda era una estampa hermosa de ver, romántica a la vez, y llena de pasión para aquellos que disfrutaban de plasmar aquella estampa en un lienzo entre acuarelas.
Marcus trazaba aquellas líneas moradas en su lienzo mientras la brisa del mar azotaba su rostro y movía con soltura, aquellos mechones de pelo castaño que descansaban por su rostro. Hacía meses que había llegado a aquel pueblo costero con la finalidad de escapar de la rutina de la ciudad y, después de cuatro meses, era la primera vez que tomaba sus acuarelas y plasmaba en aquel lienzo blanco todo aquello que le transmitía aquel atardecer que disfrutaba únicamente con una buena copa de vino tinto.
Con tan solo once años de edad, su madre Marta, le había inculcado esa pasión por el arte pictórico. Había heredado de ella su pasión por el arte y sin duda, ésta pasión le había llevado a convertirse en uno de los pintores de paisajes más de toda Europa. Amaba transmitir con sus trazos los sentimientos que despertaba en él, la naturaleza. La otra herencia de la familia, pero ésta vez, por parte de su padre, Chals.
El cielo comenzó a oscurecer sin que Marcus se diera cuenta de ello. Aún continuaba trazando algunas líneas que perfilaban aquellas nubes más oscuras cuando recordó mirar aquel reloj que meses atrás le regalara su ahora, ex pareja, Mirella, podiendo así darse cuenta de la hora que había alcanzado el día. Las nueve de la noche, la hora de cenar, o eso le decía su estómago. Tomó sus pinceles, los cuales guardó en aquella bolsa de cuero desgastada que descansaba sobre la arena húmeda de la playa. Colocó sus acuarelas junto a ellos, y tras plegar el caballete y tomar el resto de bártulos como podía entre sus manos, caminó tomando rumbo hacia la salida de aquella playa.
Se encontraba a tan solo cinco minutos de su pequeña casona de planta baja y fachada blanca, en la cual, en sus paredes colgaban macetas con flores de tonos rojos. Caminó lento y pausado hasta encontrarse en la puerta y sacar de su bolsillo derecho aquellas llaves que tan pronto como estuvieron en sus manos, cayeron al suelo.
—Joder.
Fue lo que espetó Marcus al darse cuenta de que tendría que dejar todo aquello que llevaba encima sobre las losetas del suelo que rodeaban su casa de paso. Lo hizo. Se deshizo del caballete por unos segundos para poder tomar aquella llave casi antigua y poder girar el pestillo superior, y el inferior. La puerta se abrió, encendió las luces a los pocos minutos y poco a poco recogió todo aquello que había dejado en la puerta, para cerrar ésta y permanecer en silencio en el centro del salón. Observando aquel lugar vació, sin ruidos, sin llantos. La relación con Mirella había acabado después de que ella tomara las riendas de su relación y se creyera con la capacidad absoluta de poder manejar el trabajo de Marcus como le daba la gana.
Soltó un gran y largo suspiro, y con ello se quitó la chaqueta para colgarla en aquel ropero que se encontraba a sus espaldas. Buscó entre sus pertenencias aquel teléfono móvil que lo acompañaba, observó con detenimiento si había entrado algún mensaje a su buzón de voz pero no había nada, y tras dejarlo sobre aquella mesilla que adornaba el centro entre aquellos sofás de tonos grises, se dejó caer en éste por unos minutos, apoyado en el respaldo de uno de ellos, cerrando los ojos, dejando de pensar en todo lo que le había llevado a reencontrarse consigo mismo después de meses.
Aún recordaba los llantos de Mirella cuando le dijera que la relación entre ambos había acabado completamente, que ya no aguantaba verse arrastrado por ella y su familia, y que no la amaba. Había pasado de amarla como un quinceañero a odiarla por robar su esencia, por acabar con lo que él amaba u aún más, por convertirlo en el hombre que no era. Dijo basta en el momento en el que sus padres anunciaron un matrimonio que ni él mismo había planteado, y con ello, se marchó. Tomó su dinero, una mochila con sus bártulos y en otra un montón de prendas que siquiera le dio tiempo a revisar, y fue directo al aeropuerto. Sus ojos observaron el panel de los próximos vuelos y allí se encontraba, Génova. Sin pensar mucho en que la ciudad se encontraba en la otra punta de Europa, fue directo a la joven a tramitar su billete de ida.
El vuelo se hizo largo, ansioso, y desesperado. Pudo notar como alguna que otra vez vibraba tintineante su teléfono llegando una y otra vez llamadas perdidas de Mirella, de su padre o incluso de su madre, lo que provocó que lo cerrara completamente. Aquella misma noche llegó a Génova y tras alquilar una habitación en un hotel cercano, pasó la noche lejos de todo aquello que lo ahogaba. Lejos de su vida como Marcus Sabateli. A la mañana siguiente, se acercó a la oficina de turismo y concretó la manera de viajar a un pueblo pesquero, aún más alejado de la vida de ciudad, y lo encontró, Vernazza fue su destino.
El pueblo de Vernazza se distinguía por el alto colorido en las fachadas de aquellas casas que formaban aquel pequeño pueblo recogido en torno a un pequeño puerto pesquero lleno de veleros y barcas que salían a faenar al alba. Sin duda alguna, uno llegaba a enamorarse de aquella pequeña población, y no solo por su belleza paisajística, sino, por su belleza personal. La gente de Vernazza era acogedora, tanto como para que pudiera encontrar un alojamiento sin tener que pagar más de tres euros por él. Solo buscaba un techo para cubrirse, y un lugar donde poder descansar, pero lo que Marcus encontró fue mucho más que eso. Reencontró aquello que lo había apasionado desde bien pequeño, y en su interior sabía que jamás podría marchar de aquel lugar.
Me gusta. Quiero saber más de Marcus. Seguiré atenta. Gracias.
ResponderEliminarMuchas gracias! Pronto volveré con más de Marcus. Me alegra saber que lo disfrutaste.
ResponderEliminarMe gusto, Marcus después de su enamoramiento como adolescente, ahora ve en ella alguien que poco a poco fue acabando con lo que al le gustaba al querer manejar tanto su vida como su carrera, y ese lugar que describe suena encantador. Gracias
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